LAS MISIONES JESUITICAS

LAS MISIONES JESUITICAS


A comienzos del siglo XVII, con la anuencia de la Corona Española, comienza la fundación de las primeras reducciones por parte de los padres de la Compañía de Jesús, en el territorio central de América del Sur. Así se inicia la paulatina ocupación de diferentes regiones:
1. El occidente de Asunción y río Paraguay (zona chaqueña)
2. El Guairá, en el noreste paraguayo (zona de selva tropical)
3. El área litoral y entrerriana de los ríos Paraná y Uruguay (parte del actual territorio de Brasil, Provincia argentina de Misiones y la región sudeste del actual Paraguay) (Furlong, 1962)
4. El río Uruguay medio, por su occidente y hacia el sur (actual territorio de la Provincia argentina de Corrientes) y hacia el oriente donde en el siglo XVIII se fundan ya tardíamente, los denominados “Siete Pueblos Orientales” (actual territorio brasileño Estado de Río Grande do Sul y norte de la República Oriental del Uruguay).

A partir de los Guaraníes...

La acción misionera de la Compañía de Jesús se orientó hacia los pueblos tupí–guaraní parlantes que vivían en aldeas próximas a los grandes ríos en la región antes señalada. Se identifican desde el punto de vista antropológico, por pertenecer a un tronco lingüístico común, el Tupí, siendo la mayoría en esta área Guaraní parlantes. Estos grupos, provenientes de la selva amazónica, eran originariamente horticultores, nucleados en asentamientos semi permanentes de 60 a 100 individuos. Sus viviendas estaban conformadas por grandes casas comunales que podían albergar un número importante de familias, llegando en algunos casos a más de 100 moradores. Su economía se asentaba en la agricultura de roza[1], en la caza y en la pesca. La estructura socio-política estaba basada en jefaturas (cacicazgos) temporarios y por encima de ellas, sobresalía la figura de los pajé (chamanes) quienes dominaban los conocimientos de los mitos de origen y de la naturaleza. Por lo tanto accionaban sobre la salud, la vida y la muerte, a partir de una religión de base animista con presencia bien definida de las fuerzas del bien y del mal (Métraux, 1928). La forma de estructuración socioeconómica y simbólica de estos grupos indígenas fue el sustrato y a la vez el punto de partida, para las modificaciones culturales ejercidas por los Jesuitas en su plan evangelizador. Su presencia e influencia produjo cambios sustanciales en su estructura social, comenzando por la transcripción escrita de su propia lengua (Guaraní) hasta la modificación de todos los aspectos socio-económico-simbólicos que pasaron a ser esencialmente occidentales, “pareciendo” indígenas. (Meliá, 1986)
Las reducciones guaraníes-misioneras se establecieron en la amplia zona selvática y de planicies vinculada con los tres grandes ríos: Paraná, Uruguay y Paraguay. Estos ríos, además de haber dado origen a las características geomorfológicas y ambientales especiales que permitieron las tareas agrícolo-ganaderas establecidas como forma económica de sustento de las Misiones, constituyen las mayores vías de comunicación con el exterior del continente americano, asegurando la necesaria conexión con el resto del mundo a través principalmente, del puerto de Buenos Aires y también, aunque en segundo plano, de Montevideo.
El primer pueblo misionero jesuita se fundó a fines de 1609, en la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay: San Ignacio Guazú (Furlong, 1962). Hacia mediados del siglo XVIII estaban establecidos en forma permanente, los denominados Treinta Pueblos Misioneros, cuyo territorio total, urbano y rural, abarcaba parte de Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay.


El paisaje cultural...

El vasto territorio de planicies asociadas a parte de las cuencas de los ríos de la Plata y Uruguay, fue ignorado en los primeros siglos de la colonización española, por carecer de las riquezas en metales preciosos, presentes en otros puntos del continente americano. Esta consideración puramente económica y sesgada del área, la alejó de las posibilidades de albergar asentamientos seculares, vinculados a la metrópoli, hasta bien entrado el primer tercio del siglo XVIII.
La geomorfología y vegetación naturales de las áreas de planicie fueron altamente propicias para la reproducción del ganado bovino y caballar, introducido a principios del siglo XVII en un territorio ocupado principalmente por aborígenes cazadores-recolectores. Por su parte, el emprendimiento Jesuita de fundación de pueblos para catequizar indígenas, tuvo desde su origen, una fuerte estructuración económica, para asegurar su formación, desarrollo y continuidad.


Las Misiones y la ganadería

De la compleja trama productiva autosustentable y excedentaria que caracterizó a la organización jesuita misionera, se destaca el intensivo consumo de carne bovina como base de la economía de sustento. De esta forma, los amplios territorios vinculados al río Uruguay, rápidamente poblados por miles de cabezas de ganado, gracias a sus características naturales, se convirtieron en territorios apropiados para una de las dos bases económicas principales de la empresa Jesuita: la explotación ganadera[2]. Esta se realizó a partir de dos modalidades de apropiación del territorio: por un lado, las expediciones temporarias para el arreo masivo de ganado a la denominada "vaquería del mar" ubicada en el área este del actual territorio uruguayo (correspondiente aproximadamente a los actuales departamentos de Lavalleja, Rocha, Treinta y Tres y Maldonado) y realizada fundamentalmente desde los pueblos occidentales de Yapeyú, Santo Tomé y La Cruz. Por otra parte, la apropiación permanente del territorio con límites precisos, conformaban las estancias propiedad de los pueblos de Yapeyú y San Borja. Estas vastas praderas eran controladas a partir de asentamientos permanentes, estratégicamente ubicados en el paisaje natural ("horquetas" que conforman encerronas naturales para el rodeo de ganado, cercanas a las costas de los ríos navegables). Estaban conformados por conjuntos de construcciones y la presencia de un número variable de indígenas misioneros, en dos modalidades: los puestos y las capillas. La estancia de Yapeyú, la mayor de todas, ocupaba de norte a sur, desde el río Ibicuy (RS-Brasil) hasta el Río Negro (R.O. Uruguay) al oriente del río Uruguay, y desde el mismo pueblo de Yapeyú hasta el Arroyo Miriñay con unos 150km de ancho al occidente del mismo río, territorio de la actual Provincia de Corrientes (Argentina). En sentido Oeste-Este se extendía desde el río Uruguay hasta el río Tacuarembó, coincidiendo con los actuales Departamento de Artigas, Salto, Paysandú, Río Negro, y parte de los de Rivera y Tacuarembó (Uruguay). La estancia del pueblo de San Borja ocupó la parte oriental del Departamento de Rivera teniendo el río Tacuarembó como límite oeste y extendiéndose por el noreste del territorio uruguayo hacia las planicies riograndenses.
Por lo tanto, el norte de Uruguay formó parte, extensa e intensivamente utilizada, del diseño del espacio macro de las Misiones Jesuíticas bajo la forma de Estancia, genéricamente identificada como la Estancia de Yapeyú. Esta dilatada región fue propiedad misionera desde fines del siglo XVII hasta 1810, aproximadamente.


No solamente guaraníes.....

Si bien las Misiones Jesuíticas se estructuraron principalmente a partir de grupos guaraníes, también recibieron, a lo largo de su existencia, indígenas de casi todas las parcialidades de la región. Los pueblos, contrariamente a los deseos de los padres, no funcionaban como un sistema cerrado y frecuentemente individuos aislados o grupos de nativos, no conformes con las exigencias de la nueva cultura, escapaban reinsertándose en su vida original o pasaban a interactuar como mano de obra marginal en la sociedad criolla. Esto fue una realidad más frecuente para los grupos cazadores-recolectores, que ostentaban formas de vida originales muy distantes a las que ofrecían las reducciones. Otras veces, indígenas no reducidos se acercaban a las misiones con el fin de visitar a sus parientes que sí habían sido persuadidos por los padres. Aunque este fenómeno de "permanencia transitoria" era percibido como un fracaso por el emprendimiento catequizador Jesuita, no es una cuestión menor a la hora de estudiar la influencia misionera a nivel regional. Durante su estadía en los pueblos, estos indígenas aprendieron nuevos hábitos y costumbres, que luego llevarían consigo al abandonar la misión. Es muy posible que el uso del caballo, el manejo del ganado, la costumbre de tomar mate y de fumar, entre muchas otras se haya introducido o reforzado a través de este mecanismo en el mundo de los indígenas que habitaban nuestro territorio. Asimismo no podemos dejar de observar que los puestos de estancias también deben de haber funcionado como nodos avanzados de interacción, con la peculiaridad que estos frecuentemente estaban a cargo de indígenas reducidos.


Al Sur y al Norte del Río Negro

En la banda Sur del Río Negro, la colonización y entrada hacia el territorio se realiza desde los puertos de ultramar, Buenos Aires, Montevideo y en menor grado Maldonado y Colonia. La historiografía tradicional en forma constante, ha establecido la relación puerto-interior marcando la supremacía del primero sobre el segundo basándose en la presencia y reproducción de elites económico-políticas cuya sustentación y crecimiento se hace a partir de los grandes capitales comerciales. Se ha destacado, percibido y transmitido la idea de que a través de los puertos, "desde afuera de América", se produce el avance "civilizador" sobre el territorio. Parece que absolutamente todo llega desde los puertos: personas (colonos, esclavos); productos manufacturados en sus diversas manifestaciones; ingreso de divisas a nivel de los centros comerciales; asentamiento de fortificaciones, etc. etc. Y por ellos salen los productos brutos del territorio que se explotan cuidando las propiedades privadas, bajo la estricta mirada de la oligarquía que la maneja y con criterios generales de apropiación, propiedad privada y uso intensivo.
Sin embargo, el territorio al norte del Río Negro cuenta otra historia que ha sido dejada de lado en la forja de la identidad del estado nación. El proceso de colonización norteño está vinculado con una ocupación del territorio y un diseño del espacio que provienen del Norte, del interior de América y cuyos participantes activos son indígenas, guaraní parlantes, que son los encargados de levantar los puestos, ocuparlos y tomar cuidado de las grandes manadas de ganado vacuno y caballar, una de las bases económicas mas importantes del sistema Misionero Jesuítico. Este territorio no solamente fue ocupado y utilizado, sino que fue propiedad fundamentalmente del pueblo de Yapeyú y una pequeña parte en el Departamento de Rivera del pueblo de San Borja.
Fue una colonización tan temprana, extensa y duradera como cualquiera de las fundaciones tempranas en la costa norte platense. Esta ocupación de nuestro territorio ha dejado huellas cuya visibilidad ha sido invisible a nuestra historia oficial, por ejemplo, la toponimia en guaraní de la mayoría de los accidentes geográficos ¿sabemos por qué es así? Pues se debe en gran medida, a la presencia misionera. Ciudades como Paysandú formaron parte de este emprendimiento y posiblemente y probablemente otros vestigios que aún no hemos reconocido como tales, estén presentes como testimonios de esta ocupación de la que dan buena cuenta los documentos escritos, mapas, cartas, informes, inventarios, etc.


Los ríos no son fronteras...

El río Negro no es una barrera infranqueable, pero es un elemento geográfico que como parte del paisaje cultural nos permite ver dos formas de diseño del espacio a partir de la colonización europea: al sur, vinculada fundamentalmente a la actividad portuaria y su supremacía comercial y por lo tanto urbanística a la larga, y al norte vinculada fundamentalmente con una actividad ganadera ordenada, de manejo de manadas y ocupación estratégica para llevar a cabo estas tareas en función de las necesidades de la población misionera.
El río Uruguay es el gran comunicador norte-sur y a lo largo de él y cercanos a él se establecían los puestos de la estancia misionera. Su uso franquea el Río negro y comunica el centro del continente americano con sus puertos, uniendo entrada y salida de mercancías, personas, información. El primer asentamiento colonial iniciado desde el sur al Norte del Río Negro, se produce con la fundación ilegal de Belén en 1801, en tierras yapeyuanas. Será recién hacia 1810 que ese territorio deja de pertenecer a los indígenas misioneros del pueblo de Yapeyú habiendo sido buena parte vendido y otra simplemente ocupada por la fuerza.

https://www.fhuce.edu.uy/antrop/WEBMISIONES06/final.old/misiones%20jesu%EDticas.htm